Hacer peticiones y cómo diferenciarlas de los reproches.

victor santiago Torrente

Por Victor Santiago Torrente

Soy Psicólogo con nº de colegiado AO11695
Mi formación me permite ejercer como psicólogo y psicólogo sanitario. Especialista en Terapia EMDR, Terapia sexual, psicólogo infantil y psicólogo para adultos, entre otras especialidades.
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Seguramente nos hemos encontrado con distintas situaciones en las que, intentando hacerle ver a la otra persona que tenemos una necesidad, nos ha salido mal la jugada y hemos acabado mal. Este diálogo tan frecuente podría ser, por ejemplo, este:

  • Ya te he pedido varias veces que cuando me veas atareado/a me ayudes con lo que estoy haciendo, y siempre te lo tengo que repetir.
  • ¡Ni que fuera con mala intención! Es que no me he dado cuenta. Pídemelo que no cuesta nada.
  • ¡Encima! Es que tendrías que darte cuenta tú.

Este ejemplo refleja un perfecto ejemplo de cómo acabar peleando al haber reflejado una exigencia o reproche en lugar de una petición. Y es que hay que saber realizar peticiones para evitar estos conflictos, debiendo diferenciarse de las exigencias o de los reproches, ya que el transcurso de la conversación puede ir en una dirección totalmente distinta.

Te pongo otros ejemplos de situaciones sobre las cuáles es fácil caer en la tentación de realizar un reproche (y por si acaso, es lo que no hay que hacer):

  • Le he explicado que estoy triste, pero ni me ha dicho nada al respecto…
  • Parece que no se da cuenta de mis sentimientos.
  • Sabe perfectamente que he tenido un mal día, y aunque necesito un gesto de cariño no se le ve interés.

Cuando en estas situaciones emitimos una respuesta de pasividad o de pasividad-agresividad, e incluso otras como la de reproche por no corresponder nuestras necesidades, entonces te ocurre una de las cosas más comunes, pero no por ello menos desagradables: te cuesta pedir en lugar de reprochar.

Poner límites a las Exigencias

También es posible que las exigencias o los reproches vengan hacia ti, que seas la diana de una petición mal formulada y te dejen en la obligación de responder defendiéndote de una acusación.

Lo cierto es que nadie está exento de poder sufrir un reproche, y con motivo, pero la cuestión a discutir no es si una persona tiene derecho o no a reprocharnos las cosas sino que cuando buscamos un cambio en los demás la manera más adecuada es a través de una petición ya que los reproches y exigencias solo dejan de manifiesto un problema cuya necesidad de reparar no está clara. En otras palabras, es como dejar claro que algo se ha roto, sin más, con gritos, voz alta o decepción, pero sin llegar a más.

Y esto no quita que, en ocasiones, la finalidad sea desahogarnos con la persona, pero esto es una cuestión distinta ya que la intención no es provocar un cambio sino desahogarnos psicológicamente, para lo cual también existen otras indicaciones más correctas.

Sin negarle el derecho de reprochar a la otra persona, debemos entender que tenemos derecho a que se nos trate con respeto, y esto significa poner límites a las exigencias o a los reproches. Tomemos este ejemplo como referencia:

  • No hay quien te aguante, no hay manera de que se te meta en la cabeza lo que te estoy diciendo.
  • Y vienes tú a decirme eso, cuando quien es más insoportable eres tú que siempre estás con el mismo tema. Alto, no tienes que hablarme así. Si quieres pedirme algo hazlo bien, no nos faltemos el respeto.

¿Notas la diferencia?

En el texto tachado la respuesta no mejora la situación ni pone límites, sino que sigue construyendo sobre la disputa. La segunda detiene el tono ácido de la conversación y PIDE concretamente que le hagan una petición en lugar de discutir exigiendo o reprochando. Pero la clave es tener claro que tenemos derecho a que se nos trate con dignidad. Pedirnos algo en tono de enfado o decepción es un avance ya que busca una solución en lugar del desahogo destructivo.

A veces, cuando mis peticiones enfadan al otro, debo cuestionar si realmente exijo o reprocho.

Tipos de Necesidades

A la hora de hacer peticiones tenemos que tener claras cuáles son las necesidades. Puede parecer un consejo muy básico pero te sorprendería la facilidad con la que nos saltamos este paso a la hora de hablar con la otra persona: ten claro qué necesitas primero.

Las necesidades pueden oscilar entre las necesidades económicas (un préstamo de dinero), de vínculo (poder ser incluido en un grupo de amigos, salir con otras personas o que te incluyan en el grupo de Whatsapp de la clase), afectivas (recibir un abrazo, tener consuelo o que tengan contigo palabras más amables) o materiales (desde pedir un lápiz hasta pedir que te dejen dormir en la casa de otro por cualquier circunstancia, por ejemplo).

Excusas para no pedir las cosas

Con respecto al consejo que te ofrezco en el primer párrafo de este apartado, tener claras las necesidades, tenemos que aprender a identificar bien cuáles son nuestras carencias y las soluciones que necesitaríamos, y para eso tenemos que hacer un ejercicio de introspección y reflexión sobre cuáles serían las acciones que nos ayudarían a sentir nuestro problema resuelto, aunque sea en parte.

A veces lo que no sabemos es cómo expresarlo y dejamos la responsabilidad en la otra persona para detectar lo que nos sucede y para poner en marcha acciones que nos ayuden. Esa mágica conexión que nos une, todos los años de amistad que hemos tenido para que sepa qué me pasa, lo evidente que es por mi cara y mi aislamiento que necesito ayuda, o universal que resulta que me ponga borde para que me pregunte qué me pasa. ¿Te suena? Todo mal.

Existe una falsa creencia acerca de la idoneidad de expresar sentimientos o nuestras necesidades en forma de peticiones, puesto que se asume que es exigir más de lo que merecemos. También existe el error de pensar que, si no encontramos las palabras o si no es el momento idóneo, dejar la responsabilidad de cuidarnos a la otra persona bajo el pretexto de “ya se habrá tenido que dar cuenta”, “no debería agobiarle con más responsabilidades” o “siempre le pido lo mismo, ya tiene que ser consciente”.

Es muy generoso por nuestra parte no querer sobrecargar a los demás con muchas peticiones, pero eso es una responsabilidad de la otra persona. Son los demás los que deben acceder a nuestras peticiones o denegarlas libremente. El problema no está en pedir sino en reprochar o en no saber pedir correctamente. Siempre tendrá tiempo la otra persona de decir que no quiere o que no puede complacernos. 

Si tu problema consiste en no saber decir que No a una petición, tendrás que pedir espacio para reflexionar o pedir que se respete tu opinión y derecho a no actuar como se te requiere.

como evitar reproches

Problemas de No pedir las cosas

Hay una problemática generalizada, que es que no sabemos qué queremos de la otra persona. Si bien, puede haber ocasiones en las que sabemos qué necesitamos pero no lo que esperamos del otro. 

La cuestión es que si no sabemos nosotros qué necesitamos, con bastante probabilidad no lo sabrá la otra persona, y esto nos lleva a concluir que, cuando una persona nos conoce y sabe cómo solemos sentirnos o actuar ante distintas situaciones emitamos tres juicios: 

  • La persona sabe qué me pasa perfectamente.
  • No le importa que me encuentre así.
  • Sabiéndolo, no quiere hacer nada, lo ha decidido de esta manera.

Desde luego, plantear que la otra persona sufra un despiste o esté abrumada por otras situaciones no nos cabe en la cabeza. Sesgamos nuestra interpretación de los hechos basándonos en cómo nos sentimos, es decir, juzgamos las intenciones de mala manera solo porque juzgamos desde el enfado o la decepción.

Cómo funcionan los reproches

Y aquí llegamos al plato principal. Pero al plato que te sirven y que te hace pensar que has pagado un precio que no se merece la comida, que te hace sentir estafado por el restaurante.

Desde el enfado y la decepción (e incluso a veces desde la tristeza y sensación de abandono) reaccionamos hacia la otra persona. O mejor dicho, contra la otra persona.

Aquí es cuando nos enfadamos, y mucho, porque sabe qué me pasa, actuó como le dio la gana, y no tiene remordimientos. Vaya, que es un monstruo.

La realidad es que habrá veces que los demás actúen de mala fe intencionadamente, pero no significa que debamos asumir eso en primer lugar, y enfadarnos como primera reacción no nos deja desprotegidos ante estas situaciones en las que hay mala intención ya que podemos poner límites y remedios igualmente. Actuar desde el enfado asumiendo mala fe sí que da lugar a estropear a veces más las cosas y la reparación es más costosa.

Pues, en efecto, es en este punto en el que se producen los reproches porque nos movemos desde estas emociones desagradables y desde este sesgo de interpretación. Escupimos las palabras en un tono ácido o cortante, y dejamos claras las intenciones que hemos denotado en el otro, acusándolo y recalcando la decepción, tristeza o enfado que nos ha provocado su manera de actuar. Y aquí nos quedamos, esperando la respuesta del otro. Sabes ya cómo suele acabar esto, ¿no?

Nadie nos obliga a decir las cosas en el momento. Parar ayuda más que seguir de inmediato.

¿Cómo hacer una Petición correctamente?

Y por fin el postre. Ese postre que te podían haber servido perfectamente en lugar del anterior plato y que te deja mucho mejor sabor de boca.

Si bien, en primer lugar, debemos tener identificadas nuestras necesidades, no siempre somos capaces de hacerlo. Esto es lo primero que tenemos que hacer, y si no somos capaces de hacerlo inmediatamente tendremos que darnos nuestro espacio para calmarnos y sentir lo que estemos sintiendo (recalco sentir para diferenciarlo de pensar, ya que notar las emociones es el paso previo), y pensar lo que realmente necesitemos. Desde esa calma sabremos qué buscamos, no tenemos por qué ir hacia el otro inmediatamente tras sentirnos enfadados, sino que nos merecemos reposar las emociones antes y aclarar las ideas. Así sabremos qué necesitamos nosotros, y qué podemos esperar por parte del otro.

Ahora bien, ¿existe una fórmula mágica para que nos atiendan las peticiones? No. ¿Y una fórmula para hacer peticiones correctas de manera que la otra persona sepa qué nos pasa? Sí, te la explico aquí:

1º. Elige un momento y lugar idóneo para comunicarte con tu interlocutor. En medio del autobús, en un funeral o en mitad del trabajo no suelen ser medios oportunos. Si bien, reservar un día para tomar un café, salir de clase o llamar por teléfono pueden ser mejores opciones.

2º. Explicar hechos concretos, sin valorarlos: no es lo mismo decir “viniste con la idea de pelear” que “me has gritado”. En el primer caso hacemos una interpretación y así dejamos una nueva vía de conversación abierta que seguramente la otra persona continuará, desviándose del tema principal.

3º. Decir cómo nos hemos sentido: no tiene nada de malo decir que los sucesos anteriores nos han dejado mal sabor de boca, tristes, abandonados, cabreados, etc. Incluso podemos dejar claro que tenemos derecho a sentirnos así, que eso no es objeto de discusión. Los hechos previos o las peticiones quizá, pero lo que sentimos jamás.

4º. No culpar: somos responsables de nuestras emociones, con independencia de lo que nos hagan los demás. Hacerlo en este momento solo abre nuevos temas de reproches.

5º. Petición pequeña y específica: no es lo mismo pedir “quiero que cambies”, “sé más atento/a” que decir “cuando suceda X, quiero que me des un abrazo” o “si te pido que me escuches, quiero que lo hagas en silencio sin interrumpirme para que me pueda expresar”.

6º. Énfasis en lo positivo: se trata de recalcar las consecuencias positivas de que accedan a nuestras peticiones. Suelen ser beneficios para uno mismo, para la otra persona, o para ambos, y funciona mejor que recalcar las consecuencias negativas, aunque a veces puede llegar a ser necesario advertir consecuencias.

Siempre tenemos derecho a pedir. Denegarlo es responsabilidad del otro.

Esta sería una manera más adecuada de resolver una necesidad en lugar de hacerlo desde la exigencia o el reproche, ya que pedir da más garantía de que la persona entienda qué sucede y de que pueda realizar alguno de los cambios que le requerimos, sin que por ello tengamos total certeza de que así vaya a suceder. Abre un mejor camino al entendimiento y al diálogo asertivo.

Si esto es uno de los problemas que suelen sucederte en tu vida diaria espero que este artículo pueda darte una pequeña guía sobre uno de los aspectos de la asertividad más trabajados.

Desde la psicología, la asertividad es uno de los temas más trabajados ya que influye a la hora de establecer límites, ayudar a restaurar un apego seguro y ayudar a controlar situaciones de estrés.

Si te ha gustado este artículo, pídeme otro, pon en práctica esta guía 😉

Víctor Santiago Torrente, Psicólogo en Vélez-Málaga.

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