El apego

victor santiago Torrente

Por Victor Santiago Torrente

Soy Psicólogo con nº de colegiado AO11695
Mi formación me permite ejercer como psicólogo y psicólogo sanitario. Especialista en Terapia EMDR, Terapia sexual, psicólogo infantil y psicólogo para adultos, entre otras especialidades.
Índice de contenidos

Habitualmente usamos el concepto de apego o afecto de manera indistinta. Sin embargo, para saber qué es el apego, tendremos que hacer un recorrido breve por la biología, ya que es un concepto más amplio de lo que aparentemente pudiera resultarnos. Para no hacerte bajar mucho por la página, te anuncio rápidamente qué es el apego (y luego te recomendaré que sigas leyendo el artículo): el Apego es la manera de relacionarnos con el mundo, la forma de comprenderlo, acercarnos y alejarnos de situaciones o personas, basada en nuestras experiencias vitales.

Qué es el apego

En efecto, así de amplio es el apego, y a tantas áreas de la vida afecta. A todas, de hecho. Conocer el apego y sus distintos estilos puede ser clave para comprender un enorme abanico de conductas que tenemos diariamente. Quizá leer este artículo te pueda ayudar a comprender por qué te relacionas de la manera que lo haces con tus padres, tus amigos, tu pareja, con tus compañeros de trabajo o escuela, o la manera en la que percibes tu facilidad para desenvolverte en distintos ámbitos.

¿De dónde viene el apego?

El apego no deja de ser un vínculo, y su base es biológica, ya que es algo común con los animales, con los mamíferos. Ese vínculo viene dado por la capacidad de regulación de la madre hacia el bebé, y se va formando desde temprana edad. Ya desde el embarazo, la disposición de la madre hacia su hijo predispone la liberación de cortisol durante los primeros meses de vida del bebé, es decir, ese afecto hacia el bebé no nato ya condicionará la propia genética del bebé una vez nazca, y por tanto marcará el apego que se formará entre madre e hijo.

Existen distintas fases de formación del apego, pudiendo diferenciar entre los dos primeros meses de vida, entre los dos meses y los seis meses, y de los seis meses a los tres primeros años. Cada fase es importante y tiene su función desde el momento en el que el bebé empieza a relacionarse con el mundo real. De hecho, su mundo empieza por ser su madre. Como dato curioso, el bebé no se percibe a sí mismo como un ser independiente sino como una unión madre-hijo, no tiene conciencia de sí mismo como tal sino por medio de una simbiosis.

Un mal cuidado activa los circuitos del miedo e impide desarrollarse correctamente.

En función de la regulación y el afecto que tienen nuestros cuidadores con nosotros desarrollaremos distintos estilos y estrategias de apego. Es muy importante tener en cuenta ambas variables, regulación y afecto, ya que determinarán la manera de relacionarnos con el mundo más adelante, a medida que integremos experiencias de nuestra vida. Cuando hablamos de cuidadores nos referimos a madre y padre, especialmente la madre (tengamos en cuenta el vínculo biológico desde la gestación, tiene más peso), pero también hablamos de otros cuidadores como pudieran ser los abuelos o hermanos mayores, o figuras de cuidado en ausencia de padres.

En función de cómo hayan enfocado y demostrado el afecto y la regulación nuestros cuidadores, especialmente la madre, desarrollaremos un estilo más predominante de apego que otro. Sí, venimos condicionados de fábrica por la genética, y luego nos condicionan nuestros cuidadores. Hasta cierto punto, afortunadamente.

Estilos de Apego

Sí, existen distintos estilos, aunque la literatura empieza a hablar más de estrategias que de estilos. Un estilo de apego define una manera general y consistente de filtrar la realidad y de interpretar la sucesión de eventos de la vida de la persona, así como la manera de entender las relaciones interpersonales o las resoluciones de conflictos. Lo cierto es que no todos actuamos siempre de la misma manera, ni con las mismas personas, dando lugar a cambios en el tiempo. Si una persona puede presentar distintos tipos de apegos según con quien interactúe, o dependiendo de situaciones o del paso del tiempo, no sería justo encasillar a una persona según un estilo, aunque sus estrategias habituales sean características de un estilo más predominante que otro.

En otras palabras, todos tenemos un poquito de cada estilo de apego, en mayor o menor cantidad de cada uno. Estos estilos se reflejan en nuestras estrategias de regulación con los demás.

¿Necesitas ayuda psicológica?

¿Quieres que hablemos?

Reserva GRATIS una llamada previa.
¡¡ATENCIÓN!!
Solo para residentes en Málaga o que quieran terapia Online.

Distintos tipos de apego

En general se suele hablar de cuatro tipos principales de apego, aunque puede desglosarse en distintos subtipos según distintas estrategias englobadas en cada tipo. Por no extender demasiado el artículo y por no saturarte de información, te expondré los tipos habituales.

Apego Seguro

Es característico de una persona que se siente tranquila a la hora de relacionarse con los demás, son personas seguras de sí mismas, sin miedo por la apertura a la experiencia. Tienen confianza en la capacidad de resolver las adversidades y se saben eficaces a la hora de reparar el daño si se equivocan o toman malas decisiones. Saben gestionar mejor sus emociones. No te sientas mal si no te identificas con este estilo, es rarísimo encontrar a una persona con una alta predominancia de este estilo. Rarísimo, insisto.

Apego evitativo

Las relaciones son percibidas como innecesarias, se tiende a evitar la intimidad con las personas. Las personas con este estilo marcado reproducen conductas tendentes a controlar la situación en general por miedo a perder el control. Las relaciones pueden percibirse como peligrosas, amenazantes de ese control necesitado, y tienden poco a formalizar relaciones de pareja ya que necesitan una distancia y tienen dificultad para el compromiso.

Apego temeroso

Es un apego ambivalente, ya que la persona que presenta este estilo de manera más marcada tiene dificultad en la regulación de sus emociones, requiere de otros para regularse ya que no se siente capaz de hacerlo por sí mismo. En el continuo de autonomía-corregulación, se situarían en el extremo de la corregulación como manera más efectiva de resolver los conflictos interpersonales o propios, tienden a depender de los demás con mayor facilidad y presentan conductas más extremas como no confiar en nadie o confiar plenamente. Suelen ser personas cuidadoras o que necesitan ser cuidadas, tendentes a la preocupación y sobreprotección de otros.

Apego desordenado o desorganizado

Se junta la comprensión de las figuras de referencia/cuidadores como figuras de seguridad, pero también de activación del miedo. Han sobrevivido a su vida, de manera que no se han desarrollado bien los circuitos del vínculo afectivo, desarrollándose mucho a cambio los circuitos del miedo. Amor y dolor van de la mano, presentan dificultad en la autorregulación y en la corregulación, y muestran conductas de acercamiento temeroso junto a conductas de evitación total. Toda la energía se centró en la infancia en sobrevivir y no pudo madurar en ciertos aspectos que le permiten establecer vínculos seguros con las personas.

Todos tenemos un porcentaje de cada estilo. Nuestras estrategias nos definen, no los estilos.

¿Se puede cambiar el apego?

Por supuesto, y no es una tarea fácil. Terminar cambiando tus estrategias sobre cómo relacionarte con los demás es una tarea de la que hay que concienciarse, puesto que no todos (por no decir casi nadie) tenemos una clara tendencia predominante hacia un estilo seguro de apego. Es, tristemente, lo raro. Pero por suerte sí que conocemos estrategias de apego seguro, incluso una persona que haya vivido en un apego desorganizado también conoce estrategias de apego seguro (que no de seguridad necesariamente, que pueden pasarse al polo de la evitación).

Restaurar un apego dañado por las experiencias tempranas con nuestros cuidadores, nuestras figuras de referencia es una tarea complicada que exige una conciencia sobre las conductas que han tenido estas figuras de apego y la influencia que han dejado sobre nosotros.

De unos padres sobreprotectores acabamos desarrollando conductas de preocupación, de necesidad de tener cerca a los otros para que nos tranquilicen, o acabamos cuidando de nuestros padres en lugar de ellos a nosotros.

De unos cuidadores que no saben darnos bien cariño acabamos por olvidarnos de nosotros mismos, dejando de lado las relaciones porque no nos aportan lo que necesitábamos, nos volvemos autónomos, independientes y alejados de la intimidad con los demás.

De unas figuras de referencia que nos quieren y nos violentan aprendemos solo a sobrevivir, lo demás es secundario y bastante complicado, se nos hace complicada la tarea de vivir. Relacionarnos es tan necesario como peligroso y no sabemos ni cómo enfrentarlo.

Por último, de unas figuras de afecto y regulación que nos han dado cariño y nos han ayudado a regularnos cuando éramos pequeños, aprendemos de manera natural a ser autónomos y a acercarnos a quien lo necesitamos cuando lo necesitamos. Sin miedo por hacerlo. Sin miedo por fracasar. Sin inseguridad.

Lo que vives en la infancia condiciona la manera de interpretarlo. Las experiencias posteriores nos pueden permitir cambiar las estrategias naturales que tenemos, y precisamente por eso se puede restaurar el apego.

Cambiar el apego es cambiar radicalmente la forma de vivir.

La terapia EMDR es muy útil para resolver problemas de apego ya que están basados en experiencias desadaptativas que no se integraron bien en la memoria y que nos condicionan. Con EMDR es fácil restar el dolor que bloquea la intención de adaptar la conducta a nuevas formas de vivir en un apego más seguro.

Si crees que tu apego no se identifica plenamente con el estilo seguro, significa que hay cosas que podrían mejorar. Y, de hecho, pueden. El apego es uno de los motores más potentes de tu vida, merece la pena revisarlo, merece la pena ser seguro en la vida. 😉

¿Te ha gustado lo que has leído?
¡Compártelo!
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email